Enguera en la Palabra
Sección dedicada a la recopilación de documentos de autores enguerinos, o de otros que han escrito sobre nuestro pueblo, contribuyendo a la formación de la cultura escrita autóctona de Enguera."
Doña Inés y la vaca
Rosenda es una pequeña vaca que pasta en el prado que avecina con la casa de Doña Inés. Esta vecindad ha compuesto un curioso binomio entre la vaca y la mujer, y ello ha sido fruto de un sentimental concepto de la convivencia, cerca por medio, entre ellas dos. Una, la mujer, descansa en el porche sobre una mecedora, mientras la otra, la vaca, ramonea la hierba. Un mugido, una risa, y el triqui-traca incesante del mecerse, son el idioma con que las dos parece que se comunican.
Bandolerismo y Orden público en el RV
Dentro del estudio de las luchas políticas de la España de la Restauración, el fenómeno del caciquismo, padre del bandolerismo, no puede soslayarse.
No debe confundirnos la imagen romántica del bandolero, aquel que robaba a ricos para repartirlo entre los pobres, reflejada incluso en series televisivas. En efecto, el bandolerismo en España no hubiera podido subsistir sin el apoyo del cacique que le patrocinaba, tanto da que fuera liberal como conservador.
Donde menos lo piensas…
Este refrán tan popular no sólo sirve para identificar una cierta escena de caza. Se puede emplear en cualquier situación coloquial en la que en cierto momento de una rutinaria conversación, aparece una frase o una noticia que identifique algún hecho o situación que aclare cualquier duda sobre a que quien la escucha queda sorprendido, enterándose o descubriendo algo inesperado.
Un cuento verde
Y volvemos al tema de la caza con el mismo autor, nuestro paisano don Miguel Ciges Pérez. Y lo hacemos no sólo por recrearnos en un viejo cuento verde, cuanto por insistir en el tema de las bondades de un tipo de actividades humanas de tipo lúdico, aunque con origen en una actividad primaria: cazar, pescar, etc para sobrevivir.
La venganza del carpintero
Hace ya algunas semanas, en concreto, el 22 de mayo del año pasado –nº II/38 del blog De parla enguerina–, nos hacíamos eco del suceso objeto de la pluma de Emilio Marín, que ahora les presentamos, pero en la pluma de Fernando Palop. Éste último lo tituló La bufalaga cuando lo publicó en la Revista Enguera’76.
Hoy, como venimos de afirmar, publicamos una nueva versión del suceso, bien que gracias a la pluma de otro ilustre enguerino.
El primer atestado
“A medida que la Guardia Civil se iba desplegando por todo el territorio español comenzaban los primeros servicios y su constancia en documentación, que por las diferentes vicisitudes históricas (guerras civiles, incendios, saqueos, desidia, etc.) la mayoría se ha perdido pero algunos sí se han podido conservar en archivos, libros, recopilaciones, etc.
La rama cortada
A finales de los años cuarenta del pasado siglo XX, Enguera vivió un extraño pasaje que estuvo cercano a convertir la denominada partida de Las Turmas en lugar de peregrinación religiosa. Dicha partida se encuentra situada a unos tres quilómetros del pueblo, en la carretera que conduce al caserío de Benali; pasado lo que hoy es un importante complejo dedicado a la fabricación de áridos, conocido como la Gravera y cercana a la partida del Pelao, en el margen izquierdo de la carretera en dirección a la serranía, una pedregosa campiña de olivos fue la protagonista de esta secuencia en la vida del pueblo.
Mi amigo Paquito
Con este trabajo de Miguel Ciges queremos hacer un homenaje al cazador enguerino.
Miles y miles son las socarronas anécdotas que se escuchan sobre la caza; centenares las familias que disfrutan y, algunas viven, de ella. Por contra, son millones y millones las noticias que nos atosigan sobre la defensa de los animales, contrapuestas a este deporte.
Año 1950
En los años cincuenta del siglo pasado también había quien tenía ideas geniales, ¡incluso algunas se publicaban! Hoy hemos seleccionado dos pequeñas muestras de cómo se podía llegar no sólo a pensar sino, sobre todo, a escribir.
Por nuestra parte no hacemos sino mostrar dos pequeños reflejos de aquella Enguera que, como la de hoy, no se resigna a aceptar el papel que algunos le quieren asignar de convertirse en la reserva espiritual de no se sabe qué esencias.
El tío Villa
Antes que el sol arranque los primeros destellos en el espejo del agua, o sobre el satinado mármol de la fuente, ya el Mercado ha cobrado vida. Y en él, el puesto de “Venta de Salazones”. Aquel puesto, (una mesa con mástiles para sostener el toldo que igual servía para los días de lluvia como para los de implacable sol del verano) como la blanca tela de un velero de tierra adentro, ya está allí, como todos los sábados de toda la vida. (Los sábados es el día de Mercado) Siempre ocupando la misma esquina de la misma plaza, salvo por obras o en días de feria. También todas las madrugadas de sábado, los muy madrugadores, o los que regresaban a casa a mal dormir la mona, podían ver al tío Villa, mesa a la espalda, camino del Marcado. (El marinero arrastra su barca, sobre la arena, hasta entregarse al armonioso juego de las olas)